## Qué te contamos en el post: La miel ##
La miel es un alimento natural, cuyo nombre parece derivar del hitita “melit”, que ha sido durante milenios el único producto dulce concentrado disponible.
Además de sus cualidades alimenticias y curativas, las propiedades de la miel siempre han tenido valores rituales y culturales, reconocidos en casi todas las zonas del mundo.
Historia de la Miel
La historia de la miel comienza hace muchísimos años. La representación más antigua del hombre recolectando la miel de las abejas se remonta a 7.000 años antes de Cristo y se encuentra en varias pinturas rupestres descubiertas en Valencia (España).
En los documentos escritos más antiguos que se conocen, las tablillas de arcilla de la civilización mesopotámica datadas en el 2700 a.C., hay pasajes que describen los usos de la miel. La Biblia, el Corán y el Talmud lo señalan como uno de los alimentos más preciados para el hombre.
En los artefactos egipcios, las representaciones de temas relacionados con las abejas son frecuentes: desde los escritos reales hasta las paredes de las pirámides.
Parece que el término “luna de miel” se remonta a los babilonios, que llamaban al mes siguiente a la boda de una pareja el periodo en el que el suegro estaba obligado a suministrar a su yerno el líquido dorado para que pudiera recuperar fuerzas y como ayuda en sus labores amorosas.
- Su transparencia sugería la capacidad del hombre de ir más allá de lo que veía.
- Su color dorado lo asemejaba al oro y, por tanto, a la divinidad.
- Su dulzura recordaba un mundo de alegría y satisfacción.
Era una tradición común entre los pueblos antiguos humedecer los labios de los bebés y niños con miel: alimento para el cuerpo y símbolo de conocimiento.
En la mitología griega, se decía que Júpiter se alimentaba de las abejas del monte Ida. Entre las primeras monedas acuñadas en las ciudades griegas (siglo VI a.C.), había algunas que representaban la imagen de la abeja como símbolo de productividad.
Los autores helénicos proporcionan una gran cantidad de información sobre la miel. Lo llamaban el “Néctar de los Dioses“, considerándolo un alimento maravilloso, depositario de cualidades beneficiosas. Los dulces con miel estaban presentes en las ceremonias religiosas y acompañaban los sacrificios en honor a diversas deidades. Aristófanes cuenta que los pasteles con miel eran el premio para los atletas ganadores en las competiciones de atletismo.
El filósofo y matemático Pitágoras instó a sus seguidores a comer pan y miel para tener una larga vida.
Los romanos consideraban que la miel era el edulcorante por excelencia, ya que el mosto y la fruta no eran tan prácticos ni buscados.
Su demanda en la Urbe superaba la producción, por lo que se importaba de Creta, Chipre, España y Malta. Los romanos utilizaban la miel tanto para los dulces como para la preparación de vino (hidromiel), cerveza, salsas agridulces y conservas.
Ni siquiera Catón (siglo II a.C.), censor de una vida excesivamente fácil y dulce, estaba en contra del uso de la miel en la cocina.
Fueron las legiones de César, que regresaron victoriosas de Egipto, las que llevaron a Roma las recetas de nada menos que dieciséis variedades de galletas, horneadas y fritas, dedicadas al culto de la diosa Isis.
En el año 30 a.C., en la época del emperador Augusto, la apicultura estaba en su época dorada. Plinio el Viejo trató el tema en su obra “Historia Natural”. Virgilio, apicultor y poeta, dedicó el libro IV de las Geórgicas enteramente a la apicultura, expresando su preferencia personal por la miel de tomillo.
Durante la Edad Media, este producto seguía siendo un elemento precioso y codiciado: un guardia forestal llamado “bigrus” (bigre es uno de los nombres de la abeja) tenía la tarea específica de recoger los enjambres y protegerlos.
El Capitolare de Villis de Carlomagno, promulgado en el año 759, estipulaba que todo aquel que poseyera una granja debía también criar abejas y preparar miel e hidromiel. Quien era sorprendido robando miel cultivada era castigado con diversas multas, mientras que quien encontraba un panal abandonado se convertía en su propietario. El propio emperador tenía un gran número de colmenas en las fincas de palacio.
Fue en los conventos y abadías medievales donde se desarrollaron las técnicas apícolas con excelentes resultados en la obtención de miel y cera (útil para iluminar los altares).
La miel en cifras
- Según la teoría de la secuencia geológica planetaria y la datación, se cree que las abejas existen en la Tierra desde hace más de 150 millones de años. Hoy en día existen 30.000 especies diferentes.
- Una colmena puede contener hasta 80.000 abejas: una sola reina, unos cientos de zánganos (machos) y el resto de abejas obreras.
- La vida media de una abeja en primavera y verano es de 3 a 6 semanas.
- Las abejas se comunican entre sí a través de una danza que pueden entender incluso en completa oscuridad.
- Las abejas visitan unos dos millones de flores para producir un tarro de 2 kg de miel.
- Una colmena recorre un total de 88.500 km de vuelo para producir un tarro de miel.
- La abeja de la miel puede polinizar hasta 30 flores por minuto.
Jalea real: el elixir de la miel
El hombre siempre se ha preguntado por el secreto de la longevidad de la abeja reina, cinco o seis años frente a las cinco o seis semanas del ciclo vital de una abeja obrera.
A finales del siglo XVIII, el naturalista holandés Swammerdam formuló la hipótesis de que dependía de la nutrición, pero hasta el siglo pasado no se comprendió que la clave del enigma estaba en la jalea real.
Hoy sabemos que todas las larvas de abeja se alimentan durante tres días con la sustancia gelatinosa que las abejas adultas producen y emiten por la boca. Después de este tiempo, sólo las larvas destinadas a convertirse en reinas siguen recibiendo jalea real, después de lo cual se convertirá en el alimento exclusivo de la abeja que suceda como reina.
No hay dos jaleas reales exactamente iguales, pero en general todas contienen azúcares, grasas, vitaminas, minerales, oligoelementos, factores hormonales, antibacterianos y antibióticos.
La jalea real, producida naturalmente por las abejas en pequeñas cantidades, es para los humanos un reconstituyente, tónico y estimulante de los procesos autoinmunes. Este alimento favorece el crecimiento, resulta útil en estados de debilidad o convalecencia y beneficia a los ancianos.
Al igual que la miel, la jalea real es un alimento vivo, pero al ser más fácilmente perecedero, debe almacenarse en frío y consumirse a las pocas semanas de su recolección.
El propóleo: la medicina de la apicultura
Los soldados romanos que cruzaban Europa en etapas forzadas llevaban remedios de primeros auxilios en sus mochilas. Se trataba de vendas para cubrir las heridas, jugos de bulbos de lirio para calmar los pies doloridos y propóleos como remedio para las inflamaciones o infecciones.
El nombre propóleo, de origen griego, significa “delante de la ciudad”, en referencia a la barrera que levantan las abejas delante de la colmena contra los agresores.
Las sustancias que contiene, recogidas de la corteza y las yemas de los árboles, son resinosas, gomosas y balsámicas.
En la época de César, el propóleo no era nada nuevo, pues ya lo utilizaban griegos, persas, fenicios y egipcios.
Aristóteles había intentado descubrir los secretos de las abejas fabricando una colmena con paredes transparentes, pero su curiosidad se vio frustrada por las oscuras paredes de propóleos levantadas por los insectos.
Plinio refiriéndose a esta sustancia dijo: “Quita las espinas y lo que ha entrado en la carne, reduce la hinchazón y ablanda el endurecimiento de la carne. Disminuye los dolores nerviosos, cura las úlceras, los accesos y los forúnculos…”.
Las propiedades terapéuticas de este producto apícola siguieron explotándose en la Edad Media y en épocas posteriores, tanto en el mundo islámico, como lo atestigua Avicena, como en el mundo cristiano.
Las investigaciones científicas han demostrado que no existe un producto uniforme en la naturaleza, sino que la composición varía según la estación y el lugar, el número de abejas y la naturaleza de los árboles. La medicina contemporánea ha redescubierto el valor del propóleo contra las inflamaciones de la boca, las encías y la garganta.
Propiedades de la miel
La medicina popular siempre ha confiado en las propiedades de la miel y en sus virtudes terapéuticas y la ciencia moderna tampoco ha desmentido las creencias tradicionales.
Hoy sabemos con certeza lo que los antiguos sabían por intuición: que la miel tiene efectos beneficiosos para el metabolismo humano en cualquier época de la vida, desde la infancia hasta la vejez.
Las abejas infunden a la miel las virtudes propias de las plantas que forrajean, y los grandes médicos de la antigüedad consideraban la miel una panacea para todos los males.
Hipócrates no sólo la recomendaba para estimular la energía sexual, sino que también declaraba: “Larga vida, salud robusta y felicidad obtendrás de la miel”.
Dysphanes escribió: “Los que se alimentan de pan y miel en la vejez, viven una larga vida porque la miel conserva y mantiene todos los sentimientos sanos y robustos”.
Anacreonte, el narrador de las alegrías del amor y los banquetes entre los siglos VI y V a.C. atribuía a la miel su creatividad en la vejez.
Plinio citó el episodio de Rómulo Polonio, de más de 100 años de edad, quien, al ser preguntado por el emperador Augusto sobre el secreto de su longevidad, respondió: “Usando bebidas de miel y aceite”.
La miel, la cera, el propóleo y la jalea real también se han utilizado siempre en cosmética, como nutrientes, emolientes, protectores y cicatrizantes de la epidermis.
Al parecer, las ricas matronas romanas, para mantener su piel tersa, se palmeaban el cuerpo con miel antes de bañarse en baños perfumados.
Durante el Renacimiento, incluso mujeres como Caterina Sforza recurrían a complicados preparados cosméticos en los que la miel estaba casi siempre presente.